sábado, 24 de marzo de 2012

Enteradillos y dictadorcillos de pacotilla


Últimamente se hacen más visibles y evidentes según qué clase de aconsejadores profesionales, que con aspiraciones de sabios, se ven autorizados a darte instrucciones sobre cosas sobre las que no necesitas saber nada.

Pasa en restaurantes en los que sin preguntarlo redirigen tus decisiones en lo que te apetece comer, cambiando tus decisiones, porque las ponen en duda con buenas palabras. Todo ello sin preguntarte lo que te gusta, o si tienes mucha o poca hambre, o cuáles son tus limitaciones económicas.

Pasa con personas que se autocalifican como profesionales del consejo, que lejos de estudiar contigo lo que necesitas, se lanzan a soltarlos indicándote cómo deberías trabajar y en qué cuestiones deberías apoyarte, y te sueltan consejos aprendidos sin que haya mediado ninguna petición de ayuda.

También los hay que están de “seguratas” en según que lugar, y sin escucharte, deciden que ahí no vas a entrar y punto.

O también hay funcionarios no importa en qué administración, que se saltan a la torera lo que pretendes, para aconsejarte lo que tienes que hacer sin preguntarse que necesitas y por qué, lanzándose a dar opiniones y consejos en cosas que no te interesan.


O algunos políticos, que por tener un cargo institucional que "ha ganado" porque tal o cual político de su partido tiene un cargo relevante (limitado en el tiempo), a pesar de tener autoridad, puede no tener preparación alguna para ocuparlo, y confunde el bien común con la verdad, y ser propietarios de la razón. 

O aquellos que porque saben que los que están esperando en la cola van a verlos a ellos, se “visten” de importantes y se creen autorizados a tratarte como un inútil que necesita su consejo.

O aquellas personas que atienden al público, y que mirándote con superioridad, te ignoran, cuando les preguntas si tienen este o aquel producto, te dicen que tienen lo que hay en la estantería, sin preocuparse por tus necesidades.

También hay participantes de "psicotertulias" que acaban creyéndose sus opiniones, porque gritan mas, impiden hablar a los demás y se creen opinadores profesionales con derecho a convertir en realidad un simple rumor. 

Muchos de ellos se sienten con “suficiente experiencia” (superior a la tuya), porque hace 10 años que trabajan en ello, y muchas veces, su “expertise” se basa en haber repetido diez veces un año mal aprendido.

Todos estamos en un proceso de apredizaje constante y tenemos la obligación, de convertirlo en nuestro know-how. Y aquellos que nuestro trabajo nos obliga a relacionarnos con los demás podemos encontrarnos con dos supuestos.

Aquellos que ya saben lo que quieren y te lo piden. A estas personas, que normalmente te dicen por qué quieren este producto o este servicio (o no), has de respetar su decisión, porque no sabes cuál a sido su proceso reflexivo hasta llegar a esa conclusión.

Aquellos que no saben muy bien lo que quieren has de ayudarlos en una elección y en una decisión, por lo tanto debemos dotarlos de toda la información que le podamos proporcionar, con el fin de que la decisión final, aquella que es la decisiva, la tome quien nos escucha, porque le hemos proporcionado todos los elementos racionales que necesita, para cualificar bien sobre su decisión.

En cualquiera de los casos, aquellos que invaden el territorio personal de cualquier consumidor, paciente, cliente, usuario o ciudadano, deberían observarse a si mismos, porque no le gustará lo que verán. 

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