Últimamente
se hacen más visibles y evidentes según qué clase de aconsejadores
profesionales, que con aspiraciones de sabios, se ven autorizados a darte
instrucciones sobre cosas sobre las que no necesitas saber nada.
Pasa
en restaurantes en los que sin preguntarlo redirigen tus decisiones en lo que
te apetece comer, cambiando tus decisiones, porque las ponen en duda con buenas
palabras. Todo ello sin preguntarte lo que te gusta, o si tienes mucha o poca
hambre, o cuáles son tus limitaciones económicas.
Pasa
con personas que se autocalifican como profesionales del consejo, que lejos de estudiar
contigo lo que necesitas, se lanzan a soltarlos indicándote cómo deberías
trabajar y en qué cuestiones deberías apoyarte, y te sueltan consejos
aprendidos sin que haya mediado ninguna petición de ayuda.
También
los hay que están de “seguratas” en según que lugar, y sin escucharte, deciden
que ahí no vas a entrar y punto.
O
también hay funcionarios no importa en qué administración, que se saltan a la
torera lo que pretendes, para aconsejarte lo que tienes que hacer sin
preguntarse que necesitas y por qué, lanzándose a dar opiniones y consejos en
cosas que no te interesan.
O algunos políticos, que por tener un cargo institucional que "ha ganado" porque tal o cual político de su partido tiene un cargo relevante (limitado en el tiempo), a pesar de tener autoridad, puede no tener preparación alguna para ocuparlo, y confunde el bien común con la verdad, y ser propietarios de la razón.
O algunos políticos, que por tener un cargo institucional que "ha ganado" porque tal o cual político de su partido tiene un cargo relevante (limitado en el tiempo), a pesar de tener autoridad, puede no tener preparación alguna para ocuparlo, y confunde el bien común con la verdad, y ser propietarios de la razón.
O
aquellos que porque saben que los que están esperando en la cola van a verlos
a ellos, se “visten” de importantes y se creen autorizados a tratarte como un
inútil que necesita su consejo.
O
aquellas personas que atienden al público, y que mirándote con superioridad, te
ignoran, cuando les preguntas si tienen este o aquel producto, te dicen que
tienen lo que hay en la estantería, sin preocuparse por tus necesidades.
También hay participantes de "psicotertulias" que acaban creyéndose sus opiniones, porque gritan mas, impiden hablar a los demás y se creen opinadores profesionales con derecho a convertir en realidad un simple rumor.
Muchos
de ellos se sienten con “suficiente experiencia” (superior a la tuya), porque
hace 10 años que trabajan en ello, y muchas veces, su “expertise” se basa en haber
repetido diez veces un año mal aprendido.
Todos
estamos en un proceso de apredizaje constante y tenemos la obligación, de
convertirlo en nuestro know-how. Y aquellos que nuestro trabajo nos obliga a
relacionarnos con los demás podemos encontrarnos con dos supuestos.
Aquellos
que ya saben lo que quieren y te lo piden. A estas personas, que normalmente te
dicen por qué quieren este producto o este servicio (o no), has de respetar su
decisión, porque no sabes cuál a sido su proceso reflexivo hasta llegar a esa
conclusión.
Aquellos
que no saben muy bien lo que quieren has de ayudarlos en una elección y en una
decisión, por lo tanto debemos dotarlos de toda la información que le podamos
proporcionar, con el fin de que la decisión final, aquella que es la decisiva,
la tome quien nos escucha, porque le hemos proporcionado todos los elementos
racionales que necesita, para cualificar bien sobre su decisión.
En
cualquiera de los casos, aquellos que invaden el territorio personal de
cualquier consumidor, paciente, cliente, usuario o ciudadano, deberían observarse
a si mismos, porque no le gustará lo que verán.
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